Escrito por el junio 9, 2025

Ningún cabo suelto

 

LA RECIENTE elección judicial en Campeche, cuyos resultados fueron presentados por el INE el domingo, deja un sabor amargo para quienes aún creen en la pluralidad y la competencia democrática.

Con más de tres millones de votos contabilizados para los diversos cargos en disputa —desde la Suprema Corte hasta jueces de distrito—, los números confirman lo que ya se sospechaba: la maquinaria de Morena operó con precisión quirúrgica en nuestra entidad, asegurando que los candidatos alineados con sus intereses, encabezados en los famosos “acordeones” repartidos en el Estado, se alzaran con la victoria.

Nombres como Rodrigo Alejo Jiménez, José Antonio Cabrera Mis, Alma Isela Alonzo Bernal y Ana Gabriela Urbina Roca en las magistraturas, o Ariel Alberto Mora Novelo en el ámbito penal, no son casualidad.

Su triunfo refleja la capacidad de Morena para movilizar a su base, no solo en Campeche, sino en todo el país, donde se estima que más de 13 millones de votantes respondieron al llamado del partido en el poder. En contraste, la oposición, una vez más, se mostró incapaz de articular una respuesta efectiva, limitándose a señalar lo obvio: una participación ciudadana raquítica, que apenas alcanzó un porcentaje digno de mención.

El problema no radica únicamente en la baja participación, que ya de por sí cuestiona la legitimidad de estos procesos. Lo verdaderamente preocupante es el mensaje que esta elección envía: en México, la democracia se ha reducido a un ejercicio de movilización clientelar, donde los “acordeones” y las estructuras partidistas dictan el rumbo de instituciones que deberían ser independientes, como el Poder Judicial.

Mientras Morena celebra su capacidad para llevar a sus cercanos a posiciones clave, la oposición se regodea en críticas estériles, sin proponer alternativas ni movilizar a una ciudadanía desencantada.

El INE, como árbitro, se limita a contar los votos, pero su rol no puede ignorar el contexto. Una elección donde los resultados parecen predeterminados por la fuerza de una maquinaria política, y no por un debate robusto de ideas o méritos, pone en entredicho la salud de nuestra democracia. Campeche y todos los Estados que tendrán a los magistrados y jueces por “acordeón” son un reflejo de un problema mayor que se centra en la pregunta ¿qué futuro le espera al Estado de Derecho?
Es hora de que la oposición deje de lamentarse y construya una estrategia que dispute el terreno político con la misma intensidad que moviliza Morena. Y es hora de que la ciudadanía exija procesos electorales que no se reduzcan a un juego de números manipulados por clientelismos. Porque, de seguir así, las elecciones volverán a ser un trámite para validar lo que ya todos sabemos: en México, la democracia es de papel, y el poder de un nuevo partido hegemónico.


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