Escrito por el abril 27, 2025

El código oculto del poder: Tu vida digital vale millones, pero tú no decides

Víctor Collí Ek

Apple tiene un valor económico cuatro veces mayor que toda Suecia. Meta decide quién puede hablar y quién debe ser silenciado en plataformas usadas por miles de millones de personas. Google sabe más sobre tus movimientos, gustos y pensamientos que tu pareja o tu madre. Y ahora mismo, mientras lees estas líneas, empresas tecnológicas están creando sistemas que perpetuarán tu identidad digital mucho después de tu muerte. Bienvenido al nuevo orden mundial donde los Estados nacionales observan, impotentes, cómo el poder real migra hacia Silicon Valley.

El profesor Yuval Shani, ex presidente del Comité de Derechos Humanos de la ONU, acaba de encender todas las alarmas en una conferencia reveladora en UCL. Según Shani, estamos presenciando el nacimiento de «tres generaciones de derechos humanos digitales», un fenómeno que transformará radicalmente nuestra relación con la tecnología y el poder.

La primera generación consiste en reinterpretar derechos existentes. Tu derecho a la privacidad ya no significa simplemente que nadie entre a tu casa sin permiso. Ahora abarca quién puede acceder a tus datos, qué hacen con ellos y hasta qué punto los algoritmos pueden predecir tu comportamiento. La libertad de expresión en la era digital no solo implica poder hablar, sino también ser visible en un mar de contenido controlado por algoritmos opacos. Uno de los que nadie habla, libertad de pensamiento, el riesgo de que los algoritmos nos estén inculcando cómo formamos nuestros pensamientos, es alarmante.

Pero esto apenas rasca la superficie del problema. La segunda generación de derechos digitales introduce conceptos completamente nuevos. ¿Tienes derecho a interactuar con un ser humano real en vez de una inteligencia artificial? ¿Debería existir un derecho fundamental a no ser juzgado por algoritmos en decisiones que afectan tu vida? El «derecho al olvido» ya existe en Europa, pero es apenas el comienzo de una nueva era donde necesitaremos protecciones que nuestros abuelos jamás hubieran concebido.

La tercera generación es quizás la más perturbadora. Está redefiniendo quién tiene derechos y obligaciones. Tu personalidad digital podría necesitar protecciones legales propias. Y las corporaciones tecnológicas, con ingresos superiores a muchos países, necesitan ser reguladas como los poderes cuasi-gubernamentales que realmente son.

Todo esto ocurre mientras la mitad del planeta apenas tiene acceso básico a internet. La brecha digital no es solo tecnológica o económica, es una profunda división en materia de derechos fundamentales. Mientras debatimos sofisticados derechos digitales, millones de personas en diversas partes del mundo quedan excluidas de la conversación.

Lo más alarmante es la inutilidad de los mecanismos internacionales actuales. Cuando los grupos de trabajo de la ONU envían cartas a las grandes tecnológicas sobre posibles violaciones de derechos, la mitad ni siquiera responde. La otra mitad ofrece evasivas. Es un salvaje oeste digital donde las instituciones internacionales creadas tras la Segunda Guerra Mundial observan, obsoletas, cómo se redefine el poder ante sus ojos.

El Pacto Digital Global firmado por todos los países en septiembre mantiene el mantra de que «los derechos que se aplican offline también se aplican online». Pero como señala Shani, este enfoque es profundamente insuficiente en un mundo donde las reglas del juego han cambiado por completo.

El problema fundamental es que nuestro sistema internacional fue diseñado para un mundo con Estados como actores principales, con territorios claramente delimitados y jurisdicciones definidas. La tecnología digital ha hecho añicos esos conceptos. Los datos fluyen sin respetar fronteras, las decisiones se toman en un puñado de oficinas corporativas, y los mecanismos tradicionales de protección de derechos se quedan cortos.

La pregunta que debemos hacernos no es si necesitamos nuevos derechos humanos digitales. La respuesta es claramente sí. La verdadera pregunta es si nuestras instituciones democráticas tendrán la valentía y la visión para crearlos antes de que sea demasiado tarde. Porque en este momento, mientras debates esto con tus amigos o familiares, las reglas que gobernarán tu vida digital durante las próximas décadas se están escribiendo. Y lo más probable es que no tengas ni voz ni voto en el proceso. Tu futuro digital está en juego. Y el reloj está corriendo. Sigamos platicando, te veo en mi Tiktok @vicchur1


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