Escrito por el marzo 23, 2025

Nueva ley de IA que promete salvarnos… Pero, ¿podrá?

Victor Collí Ek

¿Te has preguntado alguna vez quién controla lo que ves, escuchas o incluso crees en este mundo digital? La nueva legislación española de inteligencia artificial, llega para meterle freno a ese caos. Inspirada en el Reglamento Europeo de IA, esta propuesta no es solo un montón de reglas, es un grito de guerra para enfrentar los retos de una tecnología que nos seduce y nos asusta a partes iguales.

Vamos a desmenuzar sus claves, destrabar los desafíos que enfrenta y lanzar la pregunta que quema. En esta era de IA desbocada, ¿puede realmente protegernos?

Primero, lo que te atrapa de inmediato. Todo lo que salga de una IA -videos, textos, audios, esos deepfakes que te hacen dudar de tus ojos- tendrá que llevar una etiqueta clara. Piensa en navegar por redes sabiendo al instante qué es real y qué es puro cuento. Es un golpe directo a la desinformación, un abrazo a tu confianza. Pero, aquí va el gancho, esa etiqueta ¿será un susurro que pasas por alto o un grito que no puedas ignorar? La falta de detalles te deja con el corazón en un hilo.

Luego, el músculo. Si alguien la riega, las multas son de las que duelen, hasta 35 millones de euros o el 7% de los ingresos globales de una empresa. Es un rugido de autoridad que promete poner en cintura a los gigantes tecnológicos. Pero el tirón emocional tiene dos caras. Te sientes más seguro sabiendo que hay un vigilante, aunque la duda pica, en serio ¿podrá España hacer temblar a esas corporaciones sin fronteras y con chequeras infinitas?

Después, el tema del reconocimiento facial. ¿Uso en tiempo real por la policía? Solo con permiso judicial y para casos graves, como terrorismo o trata de personas. Es un guiño a tu privacidad, un suspiro de alivio que dice que no te van a espiar mientras caminas por la calle. Pero rasca un poco y la tensión hierve. Las excepciones se amontonan -personas desaparecidas, amenazas terroristas- y de pronto esa frontera se tambalea. ¿Quién decide cuándo tus derechos se doblan por “seguridad”? ¿el Estado? Ahí es donde el estómago se te aprieta.

El esqueleto de la ley, heredado de la UE, clasifica la IA por riesgo -bajo, alto o prohibido-. Desde filtros de spam hasta sistemas que te manipulan la cabeza. Es un mapa astuto para un terreno salvaje, una promesa de mantener a raya lo que la IA puede hacerle a tu vida. Pero aquí te pincha la incertidumbre, la IA muta más rápido que un virus. Lo que hoy es “bajo riesgo” mañana podrá ser un monstruo. ¿Aguantará el paso o solo perseguimos fantasmas?

Y ahora, el clímax que te pega en el alma, los deepfakes. Imagina un video falso tuyo arrasando en inernet, destrozando tu nombre. Esta ley jura defenderte, exigiendo etiquetas y control para salvar la democracia misma. Es la promesa que te hace suspirar, tu dignidad, tu verdad a salvo. Pero el suspenso te agarra fuerte. ¿Cómo lo aplicas en un mundo donde las herramientas de IA se riegan como pólvora, manejadas por corporaciones que aplastan presupuestos nacionales?

Aquí está el meollo, derechos humanos contra poder puro. La jugada de España, atada a la visión europea, es un clamor por equilibrio en un planeta donde Estados, titanes tecnológicos y organismos internacionales se disputan el timón. Se trata de tu derecho a la privacidad, a la verdad, al pensamiento mismo, a no ser títere de un algoritmo. Sin embargo, los retos son colosales. Las leyes nacionales parecen enanas frente al alcance global de la tecnología. Emresas como OpenAI o Google tienen un poder que se burla de las fronteras. ¿Y los organismos internacionales? Lentos, enredados en burocracia. Mientras la sociedad -según el CIS, 41% de los españoles usa ChatGPT y 93% exige transparencia- está atrapada entre el amor y el miedo a la IA.

La necesidad es visceral, protegernos de una tecnología que nos lleva la delantera. Pero los obstáculos son titánicos. Hacen falta dientes, no solo multas. Claridad en lugar de promesas difusas. Y el poder -ya sea de Estados defendiendo soberanía, corporaciones acaparando datos o coaliciones globales marcando reglas- debe inclinarse hacia nosotros, la gente. La ley española es un paso valiente, una chispa de esperanza. Pero mientas la IA redibuja nuestro mundo, nos toca exigir que pase de ser un escudo a una fortaleza. Porque si no lo hace, el próximo deepfake no solo te engañará, podría devorarte.


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