Escrito por NCS Diario el febrero 20, 2025
Esto no es un Estado serio
«El Estado mexicano ha sido siempre un Estado arbitrario, donde cada agente ha hecho lo que le ha dado la gana, siempre y cuando se mantuviera disciplinado al aparato político».
Antes se llamaban conversaciones de café. La imagen del siglo pasado es la de un grupo de amigos alrededor de una mesa, arreglando el mundo entre cigarrillos y tazas de café, con algo más fuerte para los más dispuestos. También podían ser conversaciones de cantina. Gilgamés todavía suele reunirse con los amigos verdaderos a beber whisky. Pero esas son ya tradiciones añejas. Ahora, los debates se trasladaron a los chats telefónicos, aunque la mayor parte del tiempo son más gráficos que fonéticos. Se alegan ideas, se cruzan comentarios entre los que sabemos que no nos vamos a pelear por dogmas de fe, los cofrades unidos por visiones del mundo coincidentes.
La introducción viene a cuento porque esta mañana, cuando estaba a punto de irme a clases, tuve una conversación de lo más interesante con uno de mis grupos de amigos más inteligentes, enterados y relativamente relevantes en el debate público y académico. Todo empezó con una pregunta de una de las chicas del grupo, brillante y vocal:
—¿Claudia Sheinbaum es poderosa? Opinen.
—Sí, pero el tema debería ser qué va a hacer con ese poder —respondió uno de los participantes con mayor jerarquía académica entre nosotros—. ¿Se puede cambiar la pregunta a qué va a hacer con el poder para hacer la discusión más interesante?
—De acuerdo, pero de verdad me interesa saber de dónde cree este grupo que emana ese poder. Sin duda, qué va a hacer con él me parece mucho más relevante, igual que quién puede interferir.
El académico apostilló:
—¿Estructura partidista? ¿Control de gobiernos locales y sumisión de poderes? ¿Leyes que le dan facultades extraordinarias? Clientelismo corporativo también. El empresariado está buscando pastel y no opone resistencia. La prensa está doblegada y comprada. El aparato de propaganda es muy efectivo. Tiene mucho apoyo popular, en parte por mejoras al salario y en parte por una narrativa de reivindicación muy eficaz, aunque en su mayoría hueca.
—¿Son fuentes de poder en negativo? ¿Tiene poder porque no hay resistencias?
—No, depende del área. Tiene todo el apoyo del Ejército. Y tiene el apoyo del empresariado porque hay una relación simbiótica. Tiene apoyo y simpatía de una gran parte de la sociedad.
—Y va a controlar completamente al Judicial —intervine.
El político versado saltó:
—Quién sabe, ahí va a haber de chile, mole y pozole. En realidad, la presidenta tiene dos riesgos enormes: Trump y la economía.
Metí de nuevo mi cuchara:
—Y la violencia.
El académico replicó:
—La violencia debería ser un límite, pero ya no lo es.
El político contraargumentó:
—Lo puede ser. Ve Sinaloa: ahí ya no tienen el control político. Puede pasar en otros lados.
El académico no se arredró:
—Ya se normalizó y a AMLO no lo afectó en nada, a pesar de ser récord. Lo de Sinaloa no es solo violencia, es control territorial.
Intervine con un comentario al margen:
—También hay que tomar en cuenta que el poder está limitado siempre en México por lo enclenque del Estado, que opera con problemas de agencia enormes. Resumen: internamente tiene un poder enorme, incluso mayor que el de López Obrador, pero tiene tres limitaciones brutales: Trump, la economía y un Estado desarticulado y débil que incluso pierde control territorial.
—No veo al Estado desarticulado y débil —saltó el académico—, al contrario. Sí lo veo compitiendo con los narcos, pero está más articulado y fuerte que en los últimos 25 años. Mira su capacidad de articulación y movilización con AMLO.
—Son dos cosas distintas —repliqué—. Una cosa es la maquinaria de control político y otra cosa es el Estado como organización.
Y solté entonces la parrafada. El Estado mexicano ha sido siempre un Estado arbitrario, donde cada agente ha hecho lo que le ha dado la gana, siempre y cuando se mantuviera disciplinado al aparato político. La fantasía del Estado fuerte es uno de los principales errores de concepción en el análisis del país.
Para que medio operen las cosas, desde el porfiriato los agentes han tenido autonomía de captura de rentas personal. Es arbitrarismo. El Estado mexicano es una organización altamente fragmentada.
El Estado del PRI era débil.
—La que es débil es esa afirmación —replicó el académico con sorna.
Yo seguí de largo:
—Un Estado arbitrario donde cada agente hacía lo que le daba la gana, siempre y cuando fuera disciplinado al aparato político.
Entonces matice:el Estado mexicano ha demostrado ser fuerte en lo que le garantiza estabilidad política y control institucional, pero débil en lo que realmente define a un Estado moderno: la seguridad, la justicia y la provisión de bienes públicos. Su capacidad de adaptación ha sido notable: ha sabido renegociar pactos, cooptar élites y sostener cierta legitimidad, pero su autoridad sobre el territorio se ha basado siempre en la venta de protecciones y la inclusión de redes de poder mafiosas. Ahora hay muchas regiones donde el crimen organizado impone su propia ley.
Su recaudación fiscal ha sido históricamente miserable, pero ha compensado esa debilidad con rentas petroleras y otros ingresos rentistas que han sostenido al régimen. El sistema judicial siempre ha sido ineficaz, con altos niveles de impunidad y un Poder Judicial vulnerable a presiones políticas. La militarización de la seguridad ha profundizado la crisis en lugar de resolverla, mientras que la calidad de los servicios públicos sigue deteriorándose.
El Estado mexicano es fuerte para perpetuarse y garantizar el control de la coalición de poder—antes el PRI, ahora Morena—, pero débil cuando se trata de cumplir con su función fundamental de garantizar derechos, seguridad, infraestructura y bienestar para la gente.
Además, opera con unos problemas de agencia brutales. El problema del Estado mexicano no es solo su debilidad en lo que realmente importa (seguridad, justicia, bienes públicos), sino que además está operado por agentes con incentivos perversos. En lugar de servir al interés público, las burocracias y funcionarios responden a clientelas, jefes políticos y redes de corrupción porque, francamente, les conviene más. La impunidad es la norma, la supervisión es de risa y la rendición de cuentas es un simulacro. En este contexto, la corrupción no es una falla del sistema, es el sistema. Eso no es un Estado serio.
Terminé con un último apunte:
El aparato priista mantuvo su unidad mientras funcionó el sistema de captura y distribución de rentas con el que se lubricaba la disciplina. Cuando eso tronó, se descalabró el sistema. ¿Hasta cuándo va a durar la unidad de Morena si se acaba el botín a repartir?
Al final de cuentas, creo, la fortaleza de Claudia Sheinbaum es bastante frágil, como el equilibrio del sistema político mexicano, manejado siempre por malabaristas y payasos, no por políticos y funcionarios profesionales y responsables. Creo que quedamos de acuerdo.