Escrito por NCS Diario el enero 30, 2025
De muros a puentes. Minneapolis reimagina la migración
Víctor Manuel Collí Ek
“No eres un extranjero en nuestra ciudad, eres un vecino”, declaró, hace un par de días, con una simplicidad que desarma cualquier argumento tecnocrático sobre la gestión migratoria, el alcalde de Minneapolis Jacob Frey. En un momento en que las políticas migratorias se han convertido en campos de batalla ideológica, su discurso emerge como un faro de humanidad.
Esta declaración no es solo retórica política. La ciudad ha implementado una ordenanza de separación que prohíbe a funcionarios y policías recopilar información sobre el estatus migratorio de sus residentes. Es una política que transforma la empatía en acción concreta, redefiniendo los límites de la responsabilidad municipal en la era de la criminalización de los inmigrantes.
Minneapolis está escribiendo un nuevo capítulo en la historia de las ciudades santuario, pero va más allá de la sola resistencia institucional. Su mensaje resuena con una verdad fundamental: la convivencia política en el siglo XXI no puede construirse sobre el miedo al otro. La negativa a cooperar con las fuerzas federales de inmigración no es un acto de rebeldía administrativa, sino una afirmación de valores sociales.
¿Qué significa ser “indocumentado” en una ciudad que te reconoce primero como vecino? La pregunta desafía nuestras nociones preconcebidas sobre pertenencia y ciudadanía. El alcalde no solo está protegiendo a una población vulnerable, está redefiniendo el contrato social.
La empatía, frecuentemente descartada por “blanda” en el debate político, emerge aquí como una herramienta de gobierno revolucionaria. No es casualidad que el discurso comience con “los amamos” y “nos preocupamos por ustedes”. En un panorama político dominado por los algoritmos y estadísticas, Minneapolis nos recuerda que la política, en su más fundamental nivel trata sobre las personas y sus historias.
Esta postura no está exenta de riesgos políticos, pero demuestra un liderazgo que prioriza la dignidad humana sobre el cálculo electoral. En tiempos donde la xenofobia se disfraza de pragmatismo, el alcalde nos muestra que la verdadera pragmática del gobierno local comienza por reconocer la humanidad de todos sus habitantes.
Esta aproximación representa una ruptura fundamental con la concepción amigo-enemigo planteada por los politólogos como Carl Schmitt y demuestra que es posible superar tal dicotomía tóxica que ha envenenado el debate migratorio durante décadas. Al reconocer la dignidad inherente de cada persona, independientemente de su estatus migratorio, la ciudad establece un nuevo paradigma donde los derechos humanos no son concepciones políticas, sino el fundamento mismo de la comunidad.
La lección es clara, la empatía no es un lujo político, sino una necesidad democrática. Cuando las ciudades eligen ver vecinos donde otros ven enemigos o “aliens”, están haciendo algo más que política migratoria. Están estableciendo las bases para una sociedad que reconoce que la dignidad humana y los derechos humanos no pueden estar sujetos a documentos ni fronteras. Es precisamente este reconocimiento el que nos permitirá construir democracias más resilientes y justas en un mundo cada vez más interconectado.