Escrito por NCS Diario el enero 3, 2025
El impulso vital
Era un jovencito que apenas rondaba los 18 años, pero, para la época, era un adulto hecho y derecho. En aquellos días, cuando fenecía el siglo XIX, había un intenso tráfico marítimo entre Europa y América. En los puertos del Golfo de México numerosos navíos zarpaban cargados de palo de tinte y de maderas preciosas hacia el viejo continente, donde la demanda de esos recursos parecía inagotable.
Todo hace suponer que el hombre provenía de los rumbos de Marruecos que, entonces, era un protectorado español. Y no fue extraño que se enrolara como parte de la tripulación de alguno de los barcos que desde las costas del Mediterráneo llegaban a Isla del Carmen, Frontera o Veracruz. Era habitual que quienes carecían de recursos para cubrir el costo del viaje abordaran como trabajadores de las más duras tareas de un barco trasatlántico.
Para muchos, América seguía siendo el nuevo mundo, una tierra promisoria que en su inmensidad guardaba oportunidades de prosperidad, y este hombre, sin más pertenencia que sus sueños y miedos, abandonó su pasado, a sus muertos y a sus querencias, arriesgó todo en pos de una quimera. La Utopía estaba al otro lado del Atlántico y nada, nadie, contuvo sus afanes.
Cuando desembarcó de este lado del orbe, apenas balbuceaba el idioma castellano, del que solo había aprendido lo elemental en los muelles de la Hispania fecunda (como diría Rubén Darío). Aún le costaba mantener una conversación fluida, pero su perspicacia lo sacaba airosamente de los apuros lingüísticos.
Llegó a Tepetitán a los tres años de su desembarco en Ciudad del Carmen, desde donde había avanzado por la costa del Golfo hasta llegar a Frontera, el puerto que es entrada al conjunto de ríos que en esos años eran las grandes avenidas que comunicaban la inmensa región de humedales que comparten Campeche y Tabasco.
Había sobrevivido haciendo todo tipo de trabajos en los muelles y vendiendo chucherías que conseguía a bajo precio entre los marineros. Empero, su intuición lo empujó río arriba: no había abandonado todo para seguir en lo mismo. Era uno más, entre miles, en búsqueda del sueño de una vida mejor y estaba seguro de encontrarlo en aquellas popalerías donde la civilización apenas asomaba.
Un día decidió aventurarse por el río Tulijá, un afluente del Grijalva, y tropezó con un pueblo diminuto pero vibrante, donde convivían foráneos recién llegados, españoles en su mayoría, con las comunidades autóctonas. Igual que él, eran hombres y mujeres que se afanaban en edificar una nueva vida para ellos y sus descendencias.
No voy a narrar aquí una historia que tiene que ver con los incomprensibles caminos del amor, pero, por alguna razón, una de las jovencitas más agraciadas del pueblo se enamoró del peor de sus pretendientes. Aquél hombre, que llegó sólo con lo puesto y llevaba esperanzas y ambiciones como único equipaje, se hizo llamar José Ángel y se apellidó Sánchez Narváez. A pesar de su apariencia estrafalaria, que no encajaba en los estándares de la época –o eso escuché-, y contrariando la voluntad de familiares y la murmuración de amistades, ella se aferró al forastero con la fuerza de los caprichos destinados al fracaso.
La fiebre del amor les alcanzó para procrear dos hijos, uno de los cuales es mi madre. El abuelo se fue cuando el pueblo le pareció chico para alcanzar sus metas y dedicó el resto de su vida a cumplir sus sueños. Para cuando murió, había creado una fortuna suficiente para no dejar en el desamparo a una descendencia que se extendió como la creciente de los ríos.
Yo no conocí al abuelo, pero supongo tuvo sabios consejos que darme y largas historias por compartir.
Llegué tarde para vivir la vida de nieto.
Yo no conocí al abuelo, pero en su estirpe pervive un gen que a veces asoma: el del impulso vital que a algunos mueve a ir más allá de todo, a enfrentar y vencer tormentas, a no flaquear hasta alcanzar la utopía. Es el reflejo que en estos días descubrí en la distante mirada de Daniel.
¡¡¡¡Que 2025 nos sea venturoso a tod@s!!!
Maricela / enero 4, 2025, (4:41 pm)
Execelente!! Bendita sea la curiosidad y el arrojo que nos hacen traspasar fronteras y continentes; si en su afán encontraron el amor y la prosperidad, habrá valido l.aoena tremendo viaje.