Escrito por el noviembre 29, 2024

La campechanidad: respuesta a la globalización desde lo local

Inosente Alcudia Sánchez

Durante mucho tiempo se ha debatido el papel de la inversión pública en el desarrollo económico. Algunos sostienen que el Estado debe enfocarse en proveer bienes fundamentales para la sociedad (seguridad, salud, educación, servicios públicos) y dejar el crecimiento económico en manos de los particulares y las leyes del mercado. Otros argumentan que, además de proveer bienes y servicios públicos, el Estado debe intervenir en la economía para impulsar sectores productivos, corregir fallas del mercado y, en fin, asegurar un desarrollo económico incluyente, sustentable, sostenible. En México, nos han gobernado políticos de ambos bandos y sus resultados han quedado a deber. El Estado benefactor generó un gobierno obeso y dejó al país al borde del colapso financiero, mientras que el Estado liberal profundizó las brechas de desigualdad e hizo de la corrupción su rasgo más visible.

Sin embargo, en los gobiernos locales es posible encontrar excepciones al desempeño del Estado nacional. Nuestro federalismo, a pesar de las acotaciones legales y políticas que imponía (el tiempo verbal es deliberado) a las administraciones estatales, dejaba espacios de autonomía para que los gobernadores enfatizaran sus prioridades, atendieran coyunturas y problemas específicos de sus estados, e imprimieran un sello personal a su gestión. De este modo, los gobiernos estatales se convirtieron en un gran archipiélago de administraciones públicas, especialmente en aquellas entidades que carecían de un valor estratégico para el desarrollo nacional, lo que les permitía disfrutar de un mayor margen de libertad en su gestión.

Campeche es uno de esos islotes donde es posible identificar hallazgos que singularizan sus administraciones y, a la vez, las diferencian de los gobiernos federales. La orientación que cada mandatario imprimió a la inversión pública configuró el rostro de su sexenio y, en algunos casos, superando las veleidades de la política y del tiempo, sus obras y acciones son aportes perennes al desarrollo estatal. Aprovechando que en estos días conmemoramos el 25 aniversario de la inscripción de la ciudad histórica fortificada de Campeche en la lista de Patrimonio Mundial de la UNESCO, quiero referirme al periodo 1997-2003. Transcurridas dos décadas y asentados los polvos de la inmediatez, es posible encontrar los elementos distintivos de una administración que, inevitable, tuvo un peso histórico: fue la última del siglo XX y la primera del XXI.

Campechanidad: Identidad como estrategia de gobierno

Acaso sin proponérselo, el modelo de desarrollo de este sexenio fue más allá del tradicional esquema de organización sectorial predominante hasta entonces. Además del intento de regionalizar los servicios públicos mediante los denominados “Centros Integradores”, el gran eje rector del gobierno fue el concepto de “Campechanidad”, una plataforma transversal que, a manera de Visión estratégica, permeó toda la administración estatal.

La recuperación y el fortalecimiento de la autoestima social, la promoción de valores y símbolos que reforzaran el sentido de pertenencia, de identidad y unidad por encima de la diversidad geográfica y cultural, así como la propuesta de la “nueva grandeza” como aspiración colectiva de prosperidad, conforman elementos de una filosofía política que sustenta un apartado inusual del PED 1997-2003: Fortalecimiento de la campechanidad.

En la introducción del Plan, el gobernador Antonio González Curi explica: Fortalecer nuestra campechanidad, más que un propósito de política cultural, es un imperativo vital que estamos empeñados en impulsar, para asegurarnos viabilidad como pueblo en un mundo de identidades confusas que emergen de la globalización.

Cultura y Turismo: Dos caras de una misma moneda

De esta manera, durante el sexenio se desplegó un ambicioso programa cultural que puso en valor el patrimonio edificado, tanto el colonial como el prehispánico; se institucionalizaron eventos populares y festivales artísticos de calidad mundial, se reconocieron y fomentaron diversas expresiones de la cultura popular, y se gestionaron ante la UNESCO las inscripciones en la lista de patrimonio mundial de la ciudad histórica fortificada de Campeche y de la antigua ciudad maya de Calakmul.

Para que esta riqueza cultural e histórica se tradujera en activos que contribuyeran a la prosperidad económica del estado, la política cultural se acompañó de una campaña de promoción turística que posicionó a Campeche en los mercados nacional e internacional, especialmente en Europa, como uno de los destinos culturales emergentes más competitivos de México.

La oferta turístico-cultural se amplió mediante el rescate y la restauración de inmuebles urbanos de valor histórico, la construcción de caminos de acceso a zonas arqueológicas, y la instalación de unidades de servicio en estos sitios, lo que permitió que Campeche tuviera el mayor número de atractivos prehispánicos abiertos al público. Además, se edificó el Centro de Convenciones para elevar la competitividad turística estatal. La construcción del malecón transformó la fisonomía de la capital del estado y los tranvías se sumaron a nuestra cotidianeidad. Campeche se convirtió en el referente cultural de la Península y en un componente indispensable de la oferta turística regional.

Maquiladoras y cero deuda: Controversia y acierto

Un programa sumamente cuestionado fue el de atracción de maquiladoras. Con este programa se rompió el paradigma según el cual Campeche carecía de condiciones para recibir este tipo de factorías. Finalmente, el arribo de estas empresas significó una medida estratégica para atender la crisis de desempleo que se presentó en la primera mitad del sexenio, ofreciendo ocupación y seguridad social a miles de campechanos que no contaban con un empleo formal, como las mujeres que habían perdido su fuente de trabajo en la industria camaronera.

Un aspecto sobresaliente de la gestión de González Curi fue la eficiencia en la administración de las finanzas públicas. Aunque hoy en día podría parecer algo inusual, durante su mandato el gobierno liquidó sus deudas sin afectar los servicios ni las obras públicas. Además, mantuvo tal disciplina en el gasto que consiguió operar con cero déficits fiscales.

Indicadores de éxito: PIB y empleo

Como resultado del incremento en la demanda de servicios turísticos y del establecimiento de importantes inversiones privadas en los diversos sectores productivos; con el respaldo de un programa de obras públicas que abarcó comunidades de todo el estado y un gasto gubernamental que privilegió las adquisiciones locales, durante el sexenio se fortaleció el mercado doméstico y la economía estatal creció un promedio de 4%. En materia de empleo, al inicio del gobierno habían alrededor de 65 mil empleos registrados en el IMSS y, seis años después, ascendían a 101 mil los puestos de trabajo formales, un aumento de 55%.

En el ámbito nacional, a González Curi le tocaron tiempos complejos. Coincidió con el último tramo del gobierno del presidente Ernesto Zedillo, y le toco vivir el trance de ver a su partido, el PRI, perder la presidencia de la República. Fue, entonces, el primer gobernador de Campeche en coexistir con un presidente que provino de otra fuerza política. Empero, de acuerdo a los indicadores disponibles, los cambios que implicó la transición democrática no afectaron el desempeño de su gobierno, ya que, en el primer trienio de Vicente Fox, el PIB de Campeche creció un promedio de 6%, según los datos del INEGI.

El legado: venciendo las veleidades de la política y del tiempo

Durante dos décadas, el Festival del Centro Histórico y el magno concierto de navidad transitaron el proceloso mar de la política y pasaron a ser parte de nuestras celebraciones más populares; en octubre, año tras año, el Mes de la Campechanidad nos convoca a un gran consenso cívico que promueve el arraigo y el amor por Lo Nuestro, con actividades que involucran a las familias y al sector educativo de todo el estado. Diversos festivales, como el de Jazz o el de teatro, animan la vida cultural de Campeche y, aunque algunos han venido a menos, mantienen el espíritu que los creó: arropar, con las expresiones de una cultura viva de la que todos los campechanos nos sentimos orgullosos, el patrimonio histórico cuya grandeza sigue maravillando a propios y extraños. El 4 de diciembre ya es una efeméride de nuestro calendario cívico: celebramos la inscripción de la ciudad de Campeche en la lista de Patrimonio Cultural de la Humanidad de la UNESCO.

La administración 1997-2003 nos legó un conjunto de bienes que potenciaron las capacidades competitivas y el patrimonio público del estado, fortaleció la autoestima de un pueblo cuyo riqueza cultural y ambiental es reconocido como patrimonio de la humanidad, y enriqueció los atributos que hacen de la campechanía un orgullo compartido por todas y todos los hijos de esta tierra. En síntesis, fue una etapa de eficacia económica en la que se sentaron bases para un desarrollo de largo aliento, se edificaron activos que siguen siendo fortalezas de la entidad y el cuidado de las finanzas públicas permitió liberar recursos para la construcción de obras que dinamizaron la economía local. Más de dos décadas después, prevalecen muchos de los aportes de un modelo de gobierno que evitó las tentaciones de la inmediatez, empleó con pertinencia los recursos de que dispuso y actuó con visión de futuro.

Conclusión

El fortalecimiento de la campechanidad fue el eje articulador de un modelo de desarrollo basado en el aprovechamiento de las riquezas culturales y las capacidades del estado (Lo nuestro). Este enfoque representó una respuesta desde lo local a los desafíos de la globalización. No se siguió un modelo externo: no se aspiró a una industrialización desmedida ni a un turismo de masas. La política de atracción de inversiones, indispensable para generar los puestos de trabajo que atendieran la demanda de empleos, fue implementada con mesura, evitando distorsiones en el mercado laboral, desequilibrios entre los sectores productivos y competencia ruinosa entre los agentes económicos. Este modelo se complementó con una política fiscal responsable, que permitió avances sustanciales en la atención de carencias sociales. No obstante, este es un aspecto que tendría que evaluarse a la luz de los nuevos criterios de medición de la pobreza.


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