Escrito por NCS Diario el noviembre 29, 2024
Silvia Pinal nos deja un legado invaluable
La vida y obra de la última diva del cine mexicano.
Excélsior
Nacida el 12 de septiembre de 1931 en Guaymas, Sonora, Silvia Pinal Hidalgo se sintió inspirada por su madre, la señora María Luisa Hidalgo Aguilar, a quien le gustaba bailar y cantar. Deseosa de explorar los terrenos artísticos e inspirada por el ambiente que veía en la XEW —donde trabajaba su padre biológico Moisés Pasquel y a quien visitaba durante su adolescencia al ser él director de Orquesta— la joven Silvia Pinal tuvo que cumplir el deseo de su padre, el hombre que la crio y le dio el apellido, de contar con una carrera profesional, para poder dedicarse a la actuación. De tal suerte, hizo una carrera corta en taquimecanografía y al obtener el título y enseñárselo a su padre, el señor Luis G. Pinal, la joven Silvia enfocó su atención en su carrera artística.
Su primera idea fue ser cantante de ópera y tomó clases particulares con el profesor Reyes Retana. Tiempo después fue alentada por uno de sus profesores de música a estudiar actuación en Bellas Artes, donde tomó clases con grandes figuras como Carlos Pellicer, Salvador Novo y Xavier Villaurrutia. Poco después comenzó a hace teatro gracias al apoyo que recibió del señor Teatro Manolo Fábregas, a quien Silvia Pinal quiso, admiró y respetó. También por aquella época, teniendo 17 años, Pinal conoció al actor y productor Rafael Banquells, con quien se casó a los 17 años, con la idea de que si se casaba se iba a poder quitar el yugo paterno.
Haciendo teatro en Bellas Artes, Pinal conoció a varios personajes claves de la industria que le dieron la oportunidad de hacer cine, como Miguel Contreras Torres, quien le ofreció un papel pequeño en Bamba.
“Fue mi primera película, cobré por ella 300 pesos, aunque por la terrible experiencia, la verdad, debieron pagarme mucho más. Contreras Torres me hizo sufrir lo indecible durante la filmación. No podía llorar en la escena porque simplemente la situación no me conmovía, por lo que después de unos intentos infructuosos comenzó a insultarme y humillarme, gritándome todo lo que se le ocurrió, hasta que toda esa agresión provocó mi llanto. En ese momento gritó ¡acción!, la cámara empezó a correr, la toma salió maravillosa, pero lo odié”, confesó Pinal en su libro Esta soy yo.
A esta experiencia se sumaron la que vivió con Julián Soler, quien le ofreció su segunda película en 1949 con El pecado de Laura y la que le ofreció Mario Moreno Cantinflas —quien curiosamente fue su padrino de bodas y les regaló a ella y a Banquells cinco mil pesos de la época— al invitarla a trabajar en 1950 en la película El portero.
Siendo una actriz en ciernes y teniendo en su haber algunas participaciones en cine, como Bamba, Escuela para casadas, El rey del barrio, que hizo con Tin Tan, o La mujer que yo perdí, Pinal quedó embarazada de su primera hija, Sylvia Pasquel, quien nace en octubre de 1950.
Tres años después del nacimiento de su hija, Pinal se divorcia y poco después recibe la invitación para trabajar en Un rincón cerca del cielo, cinta protagonizada por Pedro Infante, Marga López y Andrés Soler, por la que Silvia se lleva el primer Premio Ariel de su carrera a Mejor Coactuación Femenina. Cabe destacar que con Pedro Infante, quien la pretendió durante un tiempo, trabajó en varias ocasiones, una de ellas en El inocente, cinta que estuvo siete semanas en la cartelera nacional, teniendo en su elenco a Sara García, Óscar Ortiz de Pinedo, Pedro de Aguillón y Armando Sáenz.
Tras ganar el Ariel, el nombre de la actriz sonorense se convirtió en un referente dentro del mundo del espectáculo, tanto por su talento como por su físico. En 1953 Silvia Pinal firmó contrato de exclusividad con el entonces zar del cine nacional: Gregorio Wallerstein. Fue con ese contrato que protagonizó su primer filme Reventa de esclavas, cinta de corte musical que hizo junto a Antonio Aguilar.
“El filme no es muy bueno, pero por primera vez tenía el primer crédito. En verdad que me sentía orgullosísima”, relató Pinal.
A partir de ese momento llegaron cintas como Mis tres viudas alegres con Adalberto Martínez Resortes, Yo soy muy macho, donde se le ve vestida de hombre junto a Abel Salazar, Si volvieras a mí, con Libertad Lamarque y Miguel Torruco o Las cariñosas, comedia musical en la que Pinal interpretó dos papeles: una dama joven y su abuelita.
Los papeles que había interpretado hasta entonces quedaron atrás cuando Wallerstein le propuso interpretar en 1955 a una devoradora de hombres en Un extraño en la escalera, junto a Arturo de Córdova, quien en su momento pedía que fuera una actriz extranjera quien interpretara a Laura, sin embargo, Pinal se hizo un cambio de look, se cortó el cabello y se lo tiñó de rubio y se quedó con el papel. La cinta fue dirigida por Tulio Demicheli y se rodó en La Habana, Cuba y en esa cinta se vivió un romance real y fugaz entre Pinal y De Córdova.
La década de los 50 del siglo pasado fue de mucha actividad para Pinal y dejó en claro su capacidad histriónica con producciones como Cuando los hijos pecan, Me traes de un ala o La marca del zorrillo, ambas de nueva cuenta con Tin Tan, Sí, mi vida, El casto Susano, Un extraño en la escalera, Teatro del crimen, Desnúdate, Lucrecia, Locura pasional —que le dio su segundo Premio Ariel, el primero a Mejor Actuación Femenina—, El amor es ciego junto a David Silva, Una golfa, Préstame tu cuerpo, El hombre que me gusta, La dulce enemiga —papel por el que ganó su tercer premio Ariel, el segundo a Mejor Actriz— o La estatua de carne.