Escrito por el noviembre 9, 2024

Los caballos de San Marcos de Venecia

Los gustos cambian. Los criterios morales cambian. Lo que se veía bien hace años ahora ya no. Muchos, al hablar de esclavitud, se circunscriben al tráfico de negros esclavos realizado fundamentalmente por portugueses, ingleses, españoles y franceses a América. Pero los esclavos han existido desde que comenzó la humanidad. La gente incluso iba a los circos romanos a divertirse, como quien va a ver hoy un juego de fútbol o de béisbol. Salvo que aquellos juegos romanos siempre tenían un final sangriento. Iban a ver cómo se mataban unos a otros y, ¿quiénes eran los gladiadores? Pues esclavos, que para eso eran preparados.

No solamente existían los circos romanos para este tipo de diversión, sino que también existían otros, esta vez ya no casi en forma redonda, sino mucho más elípticos, como un zepelín, dedicados fundamentalmente a carreras de caballos. Es lo que en el caso de Roma se llama el Circo Máximo. Al llegar a Roma desde el sur por la Vía Apia, dos de los más importantes monumentos que existían en la Roma de entonces que les daban la bienvenida a los visitantes de la capital eran precisamente el Circo Magno y el Coliseo. Estos Circos de carreras de caballos no dejaban de ser crueles. Remitámonos a la película Ben Hur donde vemos, de una forma fiel a la historia como pocas veces nos muestra Hollywood, los aditamentos que se le ponían a las ruedas de las cuadrigas para causar mayor daño.

Las cuadrigas eran carros que eran dirigidos por un auriga, casi siempre dentro del marco de una batalla. A veces las cuadrigas llevaban dos pasajeros, uno para dirigir el carro y el otro un arquero para tirarle flechas al enemigo. Primero los griegos y después los romanos asimilaron las cuadrigas con sus cuatro caballos delante, siendo guiadas por los generales a alguna victoria. De ahí a que encima de los arcos de triunfo, que se erigían a la entrada de las diferentes ciudades griegas o romanas, se colocaran esculturas representando a la victoria o al ganador de la batalla que conmemoraba el monumento. También en su lugar se colocaba a Victoria o Niké, como se dice en griego y de dónde viene el nombre de la famosa marca de accesorios deportivos.

De ahí que veamos tantas cuadrigas en el mundo. No puedo dejar de pensar en la cuadriga en el Arco de Wellington en Londres, la cuadriga que se encuentra sobre el carrusel frente al Louvre de París, la cuadriga que corona en Berlín la Puerta de Brandemburgo, la cuadriga que en Madrid podemos ver sobre el edificio del mismo nombre. Las cuadrigas no son exclusivas del viejo continente. En el nuevo continente también podemos encontrar varias cuadrículas como representación de triunfo y victoria. Pero les quiero hablar de una cuadriga en especial. La más antigua de ellas que ha llegado a nuestros días. La cuadriga, más bien, los cuatro caballos que podemos encontrar sobre la puerta principal de la Catedral Basílica de San Marcos en Venecia.

Los napolitanos dirán “Vide Napoli e poi mori” y yo diría más bien “Ve Venecia y luego muere” a pesar de que no es una ciudad limpia y que en nuestros días está saturada de visitantes, que lo único que uno puede lograr a ver son cabezas de otros cientos y miles de turistas aquí, como usted, que vinieron a tratar de tener una idea de lo que es Venecia. Yo he tenido la suerte de permanecer una semana en Venecia hace años, en momentos en que el turismo aún no era tan masivo como hoy, incluso logré pernoctar en una de las iglesias-conventos de Venecia, San Francesco della Vigna. Así que puedo dar fe de la belleza, el esplendor, la historia y el esplendor de esa ciudad.

Pero no siempre los cuatro caballos que adornan la puerta principal de San Marcos de Venecia han estado ahí. De hecho, sus orígenes son totalmente desconocidos. Hay quien dice que fueron fabricados íntegramente en la antigua Roma para celebrar alguna victoria de algún emperador. Incluso hay algunos que confirman que ornaban el Mausoleo de Adriano, que hoy en día es más conocido como Castello San Angello en Roma. Sin embargo, otros historiadores y especialistas consideran que más bien vienen de Creta y que su origen sería más antiguo. Llegan a esta conclusión porque entre los años 1970 y 1980 los originales de estos cuatro caballos (originales que podemos ver hoy dentro de la catedral misma y en su fachada se muestran réplicas) se descubrió en su interior tierra que correspondería a la de Creta.

Ya sean griegos o romanos, el hecho es que no fueron construidos para la catedral de San Marcos. En algún momento fueron transportadas de su lugar de fabricación al Circo Máximo de Constantinopla, donde permaneció durante varios siglos. En 1204 el Papa Inocencio III organizó la cuarta cruzada con el fin de reconquistar las Tierras Santas que les habían arrebatado los musulmanes. Realmente pocos querían ir a esa cruzada. El papado logró comprarle a Venecia toda una serie de barcos para transportar a los guerreros a Tierra Santa. Pero, como no había suficiente dinero para pagar a los armeros venecianos, los venecianos consideraron que su forma de participar en la cuarta cruzada era saquear la ciudad de Constantinopla, por muy cristiana que fuera. Se sirvieron de cuanta cosa de valor encontraron en Constantinopla y se lo llevaron a Venecia, incluso los caballos tema de nuestra historia de hoy.

Algunos años más tardes, ya sin la cuadrícula y mucho menos sin ningún personaje sobre ella, la instalaron sobre la Basílica San Marcos y así estuvo hasta el año 1797 en que Napoleón, al mando de sus ejércitos, se los llevó a París para la gloria de sus soldados y de él mismo. Mandó a construir el Arco del Carrusel coronado por estos cuatro caballos. Con la batalla de Waterloo llegó la derrota de Napoleón y durante la Conferencia de Viena de 1820 se decide que todas las obras de arte que los franceses habían robado tenían que ser devueltas a sus originales dueños. Fue así como regresó la cuadriga que corona aún en nuestros días la Puerta de Brandemburgo a Berlín. Fue en estas condiciones que llegaron de vuelta a Venecia los cuatro caballos.

Su edad, las intemperies y la contaminación hacían imperiosa una gran reparación de estos cuatro caballos, reparación que duró casi 10 años. Durante estos trabajos se descubrió que, si bien son de bronce, el material utilizado básicamente es el cobre, hasta en un 98 %. Desde Constantinopla tuvieron que transportar a Venecia las cuatro esculturas cortándoles el cuello para que entraran en los navíos venecianos. Es por esta razón que hoy los podemos ver, tanto los originales dentro de la catedral como las réplicas sobre su puerta principal, con una especie de correa que oculta el corte que se hizo a los animales en su cuello.

Querido lector, si tiene la oportunidad de viajar a Venecia, vaya preparado a la idea de que, como usted, son miles los que quieren conocer esta hermosa y antigua República. No deje de comprar sus boletos de entrada con anterioridad por internet para de alguna forma evitar las enormes colas.


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