Escrito por NCS Diario el octubre 19, 2024
Muerte en Venecia
Hay lugares que respiran por naturaleza propia. Lugares que, al recordarlos, llaman a toda una serie de vivencias, de experiencias, de buenos y medianamente buenos recuerdos. Uno de ellos es la ciudad de Venecia, donde se desarrolla el libro Muerte en Venecia del célebre escritor alemán Thomas Mann. Ha venido a mi mente de nuevo este lugar porque mi compadre Fernando Carbajo recientemente acaba de participar en una elegante boda que tuvo su colofón con un banquete en el muy famoso Hotel des Bains, en el renombrado Lido de Venecia. Venecia para mí, en primer lugar, inspira una sensación innata de libertad. Por esta antigua ciudad transité en mi huida de detrás de la cortina de hierro. Por Trieste había pasado antes de Venecia, pero, para ser franco, solo estuve muy pocas horas en Trieste. Ninguna oportunidad de visitar los lugares icónicos de esta ciudad, como el Palacio de Miramar.
Grande fue la decepción para mí, caribeño, al ver las playas del muy reconocido y famoso Lido de Venecia. Grises, playas con una arena como sucia y gruesa. Para hacer honor a la verdad, no es la playa lo importante en este lugar, sino toda la historia y el glamur que acompaña al Lido de Venecia. Y en la sucesión de ideas, obviamente viene a mi mente Thomas Mann, este gran escritor alemán, defensor a ultranza de la democracia y enemigo acérrimo del nazismo. Hombre de ambivalencias sexuales porque, quizás no consumadas, sí fui extraordinariamente atraído por figuras masculinas, de preferencia bellos efebos. A pesar de todo, estuvo casado felizmente con una judía con quien tuvo seis hijos.
Thomas Mann en sus obras de ninguna forma trata de ocultar la homosexualidad de sus personajes. La montaña mágica es un ejemplos de sus obras cumbre que demuestra mis palabras. Sin lugar a dudas, La Montaña mágica es su más importante obra y novela obligatoria al hablar de literatura alemana. A pesar de ello, quizás la más conocida de todas las novelas de Thomas Mann sea Muerte en Venecia.
Sabemos que a finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX hubo una importante pandemia de cólera por toda Europa. De hecho, oficialmente Chaikovski falleció en San Petersburgo a consecuencia de esta dicha enfermedad en su paso por Europa. Es en esta época que se desarrolla nuestra novela, en el balneario veneciano.
Muerte en Venecia es la historia de un compositor alemán, Gustav von Aschenbach, quien se encuentra en un periodo de pérdida de inspiración. Después del fracaso de su última obra, decide tomarse un tiempo de descanso en el Lido de Venecia con el fin de encontrarse consigo mismo. Es evidente que se aloja en el Hotel des Bains, uno de los dos más elegantes del lugar. Con el compositor von Aschenbach se encuentra veraneando en el mismo hotel una familia de condes polacos.
La versión cinematográfica estuvo a cargo del maestro del cine italiano Luchino Visconti con una hermosa puesta en escena . A Visconti, a quien le debemos otras grandes películas, entre ellas, Luis II de Baviera, El Gatoparco, Roco y sus hermanos, le encantaba recrear las costumbres y el lujo relacionados de las películas que dirigía. Formaba parte de una noble familia, milanesa. Sus escenografías no dejaban de ensalzar a las señoras de la Belle Époque, rememorando a su propia madre.
En esta película, de 1971, la condesa polaca es representada admirablemente por la hermosa Silvana Mangano y el pequeño Tadzio, el joven y andrógino condesito polaco, por Björn Andrésen. La representación del compositor von Aschenbach, ya entrado en años, queda en manos del importante actor inglés Dirk Bogarde. En estos años en que se desarrolla la trama, toda la aristocracia y la alta burguesía europea venía a esta prolongación de Venecia para veranear. La dirección del Hotel, como todos los directores de hoteles y establecimientos venecianos, querían ocultar el hecho de que sí se estaba viviendo una epidemia de cólera en la Ciudad Ducal. Uno tras otro escapaban los ricos veraneantes de la ciudad.
Tanto en la novela como en la película, el compositor es atraído por el joven Tadzio, bello, efébico. Si se le compara con el David de Andrea del Verrochio, escultura en bronce del renacimiento florentino, podemos entender la gran similitud física que existe entre los dos personajes. Con el fin de encontrar a un joven que encajara con lo que tenía en mente, el maestro Visconti se entrevistó con más de 200 jóvenes en varios países de Europa hasta encontrar al personaje que diera vida al joven Tadzio. La elección recayó en el joven sueco antes mencionado, huérfano de padre y madre y criado por su abuela. La abuela, consciente de la belleza de su nieto, quería hacerlo entrar en el mundo del cine.
El asunto es que Björn Andrésen, al llegar a su adultez, declaró que había pasado en aquella época muy malos momentos, en la medida en que Visconti lo paseaba por todos los clubes gays de Europa como su presa personal. Se sentía el objeto de los deseos de los visitantes de esos clubes. Después de estos años, Andrésen ha llevado una vida miserable. No hubo continuación para su carrera en el séptimo arte y hoy en día es un horrible viejo peleado con la vida.
Antes de escribir su novela, Thomas Mann había visitado el Hotel des Bains del Lido donde, como uno de sus conocidos explicó más tarde, habría encontrado a un joven varón polaco, quien habría inspirado su novela de Muerte en Venecia.
Desde lejos von Aschenbach miraba al joven, sin permitirse nunca acercársele ni dirigirle una palabra. Tadzio, consciente del deseo del compositor, hacía todo lo posible para llamar su atención y exacerbar los sentimientos del alemán. Este por último contrae el cólera.
El Hotel des Bains tuvo que cerrar durante la Primera Guerra Mundial. Durante estos años sufrió un gran incendio, por los que los hermosos salones de época de 1901, fecha de la inauguración, se perdieron para siempre, recreándose en el estilo art-deco propio de los años de su reconstrucción. No hace muchos años se consideró convertirlo en edificio de carísimos apartamentos para la élite mundial. La idea fue desechada, afortunadamente se le hizo una gran reparación para que volviera a ser, quizás ya no con el glamur de la Belle Époque, el gran lugar de encuentro, ya no de la nobleza ni de la burguesía europea, sino de los visitantes a la Mostra de Venecia y de otros turistas adinerados.