Escrito por NCS Diario el septiembre 15, 2024
Don Justo Sierra Méndez
Por: Gilberto Romero Lavalle
Hoy recordamos al prócer ilustre más venerado por los campechanos. Me refiero al licenciado don Justo Sierra Méndez, quien falleció el 13 de septiembre de 1912, cuyos méritos sobresalientes enaltecen su memoria.
Su enorme monumento situado en el barrio de San Román, colocado en 1948, mirando hacia el horizonte de nuestro lecho marino, nos invita a la inspiración de maternos erguidos en estos tiempos cambiantes.
Personaje de abolengo, hijo del licenciado Justo Sierra O Reilly, célebre político y literato, y de Doña Concepción Méndez Echazarreta, hija de Don Santiago Méndez Ibarra, quien fuera gobernador de Yucatán en varias ocasiones.
Desde muy joven don Justo, destacó la vena literaria de sus ancestros como poeta, literato y colaborador en los principales periódicos de su tiempo.
Su facilidad como orador, le hizo ganar fama púbica en la ciudad de México, donde estudió la carrera de Derecho en el Colegio de San Ildefonso, en él se alojaba la Escuela de Jurisprudencia.
Al recibirse de abogado abrió un bufete donde fue escalando posiciones mientras crecía su ímpetu republicano y sus rasgos reformistas a favor de la República.
Fue diputado federal por el distrito de Chicotepec, Veracruz; posteriormente obtuvo el nombramiento de secretario de la Tercera Sala de la Suprema Corte de Justicia, dónde luego pidió licencia ilimitada para dedicarse a sus inquietudes como educador, lo que lo llevó a promover varias reformas en los distintos tipos de enseñanza primaria, preparatoria y normal, que lo llevó a ser elegido como presidente de los Congresos Nacionales de Instrucción Pública.
En 1905 fue nombrado por el presidente Porfirio Díaz, titular de la nueva Secretaría de Instrucción Pública y Bellas Artes, donde estableció su plan de acción al que tituló Plan de la Escuela Mexicana hasta el Nivel Superior que culminó con la propuesta de creación de la Universidad Nacional.
Al término de la época porfirista, ante el triunfo de la Revolución, el presidente Francisco I. Madero reconoció su trascendencia al nombrarlo ministro Plenipotenciario de México en España, donde a pesar de su frágil salud tuvo un reconocido desempeño.
Al momento de su fallecimiento se rindieron los honores correspondientes a su alta investidura por orden del rey Alfonzo XIII. Su féretro fue despedido en Madrid y trasladado a la Ciudad de México donde fue depositado en el Panteón Francés; actualmente sus restos se encuentran en la Rotonda de las Personas Ilustres, recinto creado por iniciativa de este gran personaje universal.