Escrito por NCS Diario el agosto 4, 2024
El Mausoleo al búlgaro Gueorgui Dimítrov
A pesar de todas las maravillas que ha hablado en el pasado sobre Bulgaria y sus habitantes, hay una cosa que hay que reconocer. No hay muchos búlgaros que hayan tenido una posición relevante en la palestra mundial. Están los hermanos Cirilo y Metodio, creadores del alfabeto cirílico. Se me ocurre decir que los más conocidos búlgaros a nivel internacional están relacionados con el “bel canto”. Sin embargo, muy pocos han sobresalido más allá de sus fronteras. Eso no quiere decir que en Bulgaria no haya fabulosos arquitectos, pintores, escultores, literatos, pero se miden más bien a un nivel nacional. Pienso que la única excepción es la de un señor de nombre Gueorgui Dimítrov, que nació en el año 1882 en el pequeño poblado de Kovachevtsi, al oeste de Sofía.
Inmediatamente después de la revolución bolchevique en noviembre de 1918 allá, en lo que ya en ese momento había dejado de ser San Petersburgo para ser Petrogrado, en Europa se dio toda una serie de revoluciones, ninguna de ellas con éxito, que trataban de imitar a la de los revolucionarios soviéticos. Ejemplos hay varios: la revolución de Bela Kum en Budapest y la Revolución de Noviembre en Alemania, que son las más conocidas. Ahora bien, en Bulgaria existió un gobierno agrícola de izquierda hasta que los militares lo derrocaron con un golpe de estado en 1923.
Los militares iniciaron una gran persecución a comunistas y otros izquierdistas. Los que no fueron aniquilados tuvieron que huir al extranjero. Es el caso del padre de mi gran amiga ya fallecida, Mijaíl Buinov que huyó a Moscú. También fue el caso de Gueorgui Dimítrov, que huyó al extranjero y llegó a tener un importante puesto dentro del Komintern, asociación internacional de partidos comunistas del mundo fundada por Lenin en 1919 con la intención de llevar a término la revolución mundial e instaurar la dictadura del proletariado.
Para el 27 de febrero del año 1933, Dimítrov se encontraba en Alemania y fue formalmente acusado de participar en el incendio del Reichstag o Parlamento Alemán de Berlín. La acusación era muy débil. Se basó en la declaración de un camarero que afirmó que había visto a tres “rusos” hablando en una terraza de café junto con el principal inculpado por el incendio. El pobre empleado no sabía ni siquiera distinguir entre el idioma búlgaro y el ruso.
Esta declaración del camarero fue suficiente para inculpar a Gueorgui Dimítrov y ser llevado ante los tribunales del Tribunal de Justicia de Leipzig. Allí, el fiscal fue nada más y nada menos que Joseph Goebbels, hombre de poca inteligencia si no era para la maldad. Gueorgui Dimítrov, que era abogado de formación, rechazó todo abogado de oficio y fue él quien se defendió personalmente.
Un hombre inteligente por naturaleza contra uno naturalmente poco dotado de luces fue suficiente para que no solo se defendiera Dimítrov de una forma magistral, sino que su banquillo de acusado sirviera de tribuna para denostar al régimen nazi y exaltar sus propias ideas marxistas leninistas. En esos momentos se decía en toda Europa que en Alemania había un solo hombre valiente y que era búlgaro.
Al finalizar la Segunda Guerra, regresa a su Bulgaria natal después de 22 años de exilio y es nombrado presidente del Partido Comunista y presidente del país pero, poco tiempo después falleció en un hospital de Moscú.
Para seguir los cánones dictados por el Gran Hermano soviético, allá en Moscú, junto con otros dirigentes búlgaros, decidieron embalsamar el cuerpo a semejanza de lo que ya se había hecho con el cuerpo de Vladímir Lenin y devolverlo momificado a Sofia. En total urgencia se le construyó un mausoleo en tan solo 6 días para que sirviera para venerar al “líder y maestro del pueblo búlgaro” por todas las futuras generaciones. Cuando oficialmente y con toda pompa se llevaron los restos del cuerpo de Dimítrov a este mausoleo, aún el mismo no había sido terminado, rodeándose algunas de las columnas aún por concluir con telas rojas, color del proletariado mundial.
Así estuvieron las cosas desde el año 1949 en el que, desde el lugar más céntrico de la capital búlgara dominaba el paisaje este mausoleo, frente por frente a lo que había sido el Palacio Real del zar búlgaro. Ante este mausoleo y Dimítrov venían a recogerse el pueblo. Formaba parte del ceremonial al que debían asistir en protocolo todas las delegaciones extranjeras a ofrecerles coronas de flores al “gran maestro del pueblo búlgaro”. Sobre este mausoleo existía una tribuna, a semejanza de la que existía en Moscú en la Plaza Roja para la exposición de la plana mayor del Partido Comunista Búlgaro durante las fiestas oficiales. El interior del mausoleo contaba con un sistema de aire acondicionado que mantenía una temperatura constante de 17°C. La mayor parte de las instalaciones se encontraban bajo tierra y allí se hacía todo lo necesario para el mantenimiento del cuerpo embalsamado. A partir de 1975 el sarcófago fue expuesto detrás de un cristal a prueba de balas.
En 1956, un anticomunista búlgaro preparó las condiciones para el día del 1 de mayo poner una bomba de relojería que acabara con la plana mayor del odiado Partido Comunista Búlgaro. Logró atraer a 14 personas al grupo, pero la preparación era muy minuciosa ya que el organizador pretendía dinamitar no solo el mausoleo a Dimítrov sino también cinco importantes ministerios. Toda la conspiración fue descubierta por la Seguridad del Estado solo en febrero de 1960.
Esa fue la vida del Mausoleo a Gueorgui Dimítrov hasta que en año 1989, como en una hilera de dominó, uno tras otros, fueron cayendo los regímenes totalitarios sostenidos por Moscú. Bulgaria no fue la excepción. En 1990 las nuevas autoridades del país y de la capital decidieron destruir este edificio, odiado por la mayoría de los búlgaros. Fue el 21 de agosto de 1999 que se llevó a cabo una primera explosión ensordeciendo las calles de Sofia. Este primer intento solo logró inclinar el edificio. Fueron necesarias nueve otras explosiones para dar razón con el edificio que finalmente logró derribarse el 27 de agosto de 1999. Previamente los restos de Dimítrov fueron incinerados y enterrados en el Cementerio Central de Sofia.
Al igual que había hecho el Gran Hermano en Moscú con el Mausoleo a Lenin, en Sofía existía un gran muro con nichos donde se alojaban también los cuerpos de otros dignatarios del régimen. Los cuerpos de los personajes que allí se encontraban también fueron debidamente enterrados antes de la demolición total del complejo.
Algunos políticos búlgaros, incluso una parte del pueblo, consideran que por mucho que el Mausoleo representara un centro del culto totalitario a Gueorgui Dimítrov el edificio en sí no debió haber sido destruido. Los que piensan diferente alegan el poco valor arquitectónico del edificio, su poca o nula utilidad para otro fin e insisten en la necesidad de no conservar nada que hubiera hecho postrarse durante décadas a las futuras delegaciones búlgaras en caso en que Bulgaria no hubiera cambiado de régimen.