Escrito por el mayo 9, 2024

NCS DIARIO/OPINIÓN

 

La dignidad humana no es cuantificable

La dignidad humana es un valor intrínseco que trae el ser humano desde su concepción hasta su muerte, que se transfiere a la realización de las categorías de unos derechos humanos. Sin embargo, el ser humano es mucho más que lo mencionado, como veremos más adelante.

Se dice de una persona que posee dignidad cuando se valora a sí misma, por encima de las necesidades del momento o de las exigencias de los demás. En este caso se puede considerar sinónimo de integridad u honor. Por ello se defienden los derechos inviolables que le son inherentes, como el derecho a la vida, a tener bienes y el libre desarrollo de la personalidad. Si a esto se une el respeto a la ley y a los derechos de los demás, se tiene el orden político y la paz social.

Por la dignidad que tenemos no debemos ser manipulados ni tratados como objetos de placer, de extorsión o de explotación.

¿Cómo hacer valer la dignidad humana? Se requiere educación en las virtudes cardinales (prudencia, justicia, fortaleza y templanza), la educación de la voluntad y de los afectos; se requiere escuchar la propia conciencia y nunca actuar en contra de ella, ponerse límites y respetar los límites de los demás, respetar y aprender a decir que no. Así se vive una vida responsable y digna.

¿Quién le da la dignidad al ser humano? Dios, la naturaleza humana misma. Tener dignidad simplifica respetar la integridad física, emocional e intelectual de cada persona. La dignidad de cada persona constituye la base del Estado de Derecho. Los derechos humanos constituyen la expresión jurídica de un proceso en curso para proteger, respetar y garantizar una vida digna.

Entre los creyentes se afirma que la dignidad humana la da el estar hechos a imagen y semejanza de Dios, como dice la Biblia: “A imagen de Dios los creó, macho y hembra los creó” (Génesis 1,27). Dios coloca a la criatura humana en el centro y en la cumbre de la creación. Nuestra inteligencia es un chispazo de la Inteligencia divina. Ser persona a imagen y semejanza de Dios comporta existir en relación a otro “yo”.

La persona humana ha sido creada, amada y salvada en Jesucristo, y se realiza entretejiendo múltiples relaciones de amor, de justicia y solidaridad con las demás personas. La solidaridad de los pueblos y de las naciones está conformada al designio de Dios, que no deja de mostrar su amor y su providencia. La dignidad exige que el hombre actúe por convicción interna. El hombre aprecia la libertad y la busca con pasión. Dios ha querido dejar al hombre en manos de su propia decisión para que así busque espontáneamente a su Creador, y, adhiriéndose libremente a éste, alcance el fin para el cual fue creado.

¿Por qué hay mal en el mundo? Porque el ser humano tiene libertad y provoca desequilibrios en el hogar, en la política, en su cuerpo y en el medio ambiente por el mal uso de su libertad. Y Dios respeta esa libertad porque no quiere esclavos, sino hijos. El poder de determinar el bien y el mal no pertenece al hombre, sino solo a Dios (cfr. Génesis, 2, 16-17). La libertad no se opone a la dependencia creatural del hombre respecto a Dios.

 

Algunas reflexiones

¿En qué lugares no se respeta con frecuencia la dignidad humana? En algunos laboratorios que hacen experimentos con células germinales humanas o con embriones humanos; en algunos penales de diversos países; en juzgados donde se culpa al inocente a sabiendas; en las familias donde el varón no sostiene el hogar y se le da a la mujer maltratos; en los países comunistas donde se atropellan casi todos los derechos humanos porque hay abusos, robos, injusticias y falta de libertad, etc.

La riqueza existe para ser compartida. ¿Cuál riqueza? La del conocimiento, la cultural, la artística, el dinero y la riqueza material. Quien es millonario debe de saber que es administrador, no dueño, y debe compartir sus bienes en la medida en que le dicte su conciencia bien formada. ¿Por qué? Por el destino universal de los bienes, porque los bienes de la tierra son para todos, no para los “acaparadores” o abusivos. Hay que partir de que el ser humano tiene una sed infinita de poseer, si no vive la templanza -virtud muy valorada por los griegos en la antigüedad-, ya que de allí parten todas las virtudes, de la templanza en el beber, en comer, en el hacer y en tener.

 


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